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Fredric Wertham, el azote de los cómics (V): Su intervención en el Senado de los Estados Unidos

Actualizado: 29 may

A raíz de sus numerosas publicaciones, y con Seduction of the Innocent ya preparado para su distribución, Wertham se había convertido en un personaje bastante popular, al que la ciudadanía identificaba con la campaña anticómic. Y eso se hizo notar cuando, en 1954, el Senado de los Estados Unidos se decidió a estudiar la posible relación que existía entre la lectura de cómics y la delincuencia juvenil.


En realidad, una iniciativa similar ya había sido emprendida en el Estado de Nueva York unos años antes, cuando, a iniciativa del senador Harold I. Panken, se creó el New York State Joint Legislative Committee to Study the Publication of Comics (29 de marzo de 1949).



Fotografías de las sesiones en el comité del Parlamento de New York para estudiar la relación entre cómics y delincuencia juvenil.

A nivel federal el asunto de los cómics también había sido analizado tangencialmente en 1952 por un comité erigido para estudiar la pornografía, y popularmente conocido como Gathings Committee por haber sido su promotor Ezekiel Candler Gathings, representante demócrata de Arkansas. Sin embargo, este comité no llegó a ninguna conclusión sobre el supuesto vínculo que algunos aseguraban existir entre el incremento de casos de delincuencia juvenil y el consumo de cómics, especialmente los de temática criminal. Todo quedaba en el aire.


Otro comité, formado en 1950, se había ocupado igualmente del problema de la criminalidad en Estados Unidos: el Special Committee to Investigate Organized Crime in Interstate Commerce, conocido como Comité Kafauver por haber asumido su presidencia el senador de Tennessee Estes Kefauver. El órgano fue intinerante, y parte de sus sesiones se retransmitieron por televisión, ofreciendo a la ciudadanía un espectáculo sensacionalista, con momentos cumbre como el interrogatorio al mafioso Frank Costello. El público se quedó sin embargo con las ganas de poder ver también a la popular pin-up Bettie Page, citada por el comité pero que finalmente no llegó a comparecer.


En dicho comité, como también se haría en el de 1952, uno de los temas que se abordaron fue el de la delincuencia juvenil. Hay que tener presente que este asunto se había convertido en una auténtica psicósis en la posguerra, en parte debido a su exageración por parte del F.B.I., aun cuando las estadísticas en ningún momento ofrecían datos que corroborasen que los jóvenes estaban perpetrando más crímenes que antaño.


Fue en el seno del Special Committee to Investigate Organized Crime in Interstate Commerce, cuando Kafauver empezó a plantearse que las posibles relaciones entre el cómic y la delincuencia juvenil merecían tratarse en profundidad y, aunque finalmente no se organizaron comparecencias para analizar el tema, al menos se redactó un cuestionario remitido a autoridades y especialistas en menores de edad, pidiéndoles su opinión sobre tan espinoso asunto.


La lectura de estos informes arroja la conclusión de que mayoritariamente no se creía que hubiera relación directa (y escasamente indirecta) entre la lectura de cómics y la delincuencia juvenil. Pero Kafauver era un político oportunista (valga la redundancia) que creyó ver en ese tema un filón que le serviría de lanzadera hacia su verdadera ambición: la carrera por el cargo presidencial. Así que instó a la creación de un subcomité senatorial específico (Special Subcommittee on Juvenile Delinquency, 1953) que dedicaría tres densas sesiones (21 y 22 de abril, y 4 de junio de 1954) a estudiar aquel posible vínculo.


Entre los invitados a comparecer se hallaba Fredric Wertham, a quien, a diferencia de los intervinientes a favor de los cómics (como Bill Gaines, presidente de EC cómics), se trató con una exquisita deferencia. Porque, en realidad, los senadores al frente del comité, con Kafauver a la cabeza, tenían clara ya su conclusión: los cómics eran responsables (al menos en parte) de la criminalidad juvenil, y era preciso adoptar medidas contra ellos, o instar a los editores a que se autocensurasen.


La intervención de Wertham no tiene desperdicio. Por vez primera la reproduczo íntegramente, traducida al español:



TRANSCRIPCIÓN:


Dr. WERTHAM. He ejercido en el campo de la psiquiatría y la neurología desde 1922. Enseñé psiquiatría y patología cerebral, y trabajé en las clínicas del Johns Hopkins Medical School entre 1922 y 1929.


En 1929 fui el primer psiquiatra al que el National Research Council (Consejo Nacional de Investigación) concedió una beca para investigar sobre el cerebro. Parte de mi investigación durante aquella etapa versó sobre la paresia y la sífilis cerebral. Algo que me resultó provechoso cuando me dediqué a estudiar los cómics.


Entre 1932 y 1952 fui psiquiatra jefe en el Departamento de Hospitales de Nueva York.


Primero estuve a cargo de la Clínica Psiquiátrica del Tribunal de Sesiones Generales (Court of General Sessions), encargada de examinar a los condenados por delitos graves y elabor informes para el tribunal.


En 1936 fui nombrado director de la Clínica de Higiene Mental de Bellevue.


En 1939 fui nombrado director de los servicios psiquiátricos de la Clínica de Higiene Mental del Hospital General de Queens.


En 1946 organicé y puse en marcha la primera clínica psiquiátrica de Harlem, dotada con personal voluntario. Años más tarde organicé la Quaker Emergency Mental Hygiene Clinic, una clínica para el tratamiento de delincuentes sexuales en el marco del tribunal de magistrados de Nueva York.


Estas son mis principales cualificaciones. He enseñado psiquiatría en Hopkins y en la Universidad de Nueva York.


He escrito tanto libros como artículos y monografías. He actuado como revisor de libros de psiquiatría para revistas jurídicas, como la Buffalo School Journal.


He impartido conferencias en la Facultad de Derecho de Yale, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en otras instituciones.


Soy miembro de la Academia de Nueva York y de las tres asociaciones nacionales de neuropsiquiatría, de la Asociación Americana de Psiquiatría, de la Asociación Americana de Neurología y de la Asociación Americana de Neuropatólogos.


Voy a testificar a petición de Vds. sobre la influencia que tienen sobre la delincuencia juvenil los libros sobre crímenes y terror.


Mi testimonio constará de cuatro partes. En primer lugar abordaré la cuestión de qué contienen los cómics y cómo se pueden clasificar clínicamente.


En segundo lugar, platenaré: ¿tiene efectos nocivos de los cómics?


Sobre este último tema puedo avanzar que prácticamente no existe controversia.


Cualquiera que los haya estudiado y visto sabe que algunos de ellos tienen efectos nocivos.


El tercer problema es el alcance de estos efectos negativos. Hay mucha controversia al respecto.


La cuarta parte es: ¿Existe algún remedio?


Como médico que soy, sólo diré unas palabras al respecto.


Mi opinión se basa en investigaciones clínicas que inicié en el invierno de 1945 y 1946. No las llevé a cabo yo solo, sino con la ayuda de un grupo de asociados, psiquiatras, psiquiatras infantiles, psicoanalistas, trabajadores sociales, trabajadores sociales psiquiátricos, profesores de lectura correctiva, agentes de libertad condicional y otras personas.


Además del material manejado en la clínica, tanto en Queens como en Lafargue, hemos estudiado clases en colegios, en clínicas de recuperación de lectura, más de 300 niños en una escuela parroquial, así como pacientes y consultas privadas.


Que yo sepa, nuestro estudio es el primero y único estudio individual a gran escala sobre el tema de los cómics en general.


Los métodos que hemos utilizado son los utilizados habitualmente en psiquiatría: entrevistas clínicas, entrevistas de grupo, tests de inteligencia, tests de lectura, tests proyectivos, dibujos, estudio de los sueños, etcétera.


Este estudio no fue recibió ninguna subvención. Ninguno de mis colaboradores recibió tampoco dinero en ningún momento. Yo mismo nunca hablé sobre el tema de los cómics a cambio de compensación económica.


Esta investigación supone un estudio clínico sobrio, concienzudo, laborioso y, en algunos casos, puesto que se puso en marcha hace 7 años, hemos tenido la oportunidad de seguirlo durante varios años.


Además, hemos leído todo lo que ha caído en nuestras manos en defensa de los cómics, una tarea casi más ardua que la lectura de los propios cómics.


¿Qué hay en los cómics? En primer lugar, nos hemos circunscrito a los cómics propiamente dichos. Eso excluye las tiras cómicas de los periódicos.


Debo decir, sin embargo, que cuando algunas tiras cómicas impresas en periódicos, inocuas para niños, se reimprimen en formato de comic book, de pronto pueden hallarse páginas enteras de anuncios de armas, que el editor del periódico no permitiría que se insertaran en el propio periódico.


Hemos comprobado que existen clasificaciones arbitrarias de los cómics en función del lugar en el que se desarrolla la acción.


Hemos descubierto que estas clasificaciones no funcionan si se quiere entender lo que un niño piensa o hace realmente.


Hemos llegado a la conclusión de que los cómics de crimen representan delitos y hemos descubierto que da igual que el escenario sea el oeste, Superman, una nave espacial o de terror: si violan a una chica, tanto da si la violan en una nave espacial o en la pradera.


Si un hombre es asesinado, es asesinado tanto si viene de Marte como de cualquier otro lugar, y hemos hallado, por tanto, dos grandes grupos: los cómics de crimen, y los restantes.


Me gustaría ilustrar mis observaciones sobre los cómics del oeste con un ejemplo. Esto es de un cómic del oeste corriente. Podrían considerarlo como una historia sobre los amplios espacios abiertos.


Esto pertenece a un cómic del oeste ordinario. Se ve a este hombre golpeando a esta chica con una pistola. Es una escena sádica, criminal, sexual.


También hemos estudiado cuánto tiempo dedican los niños a los cómics de crimen y cuánto dinero gastan. Me gustaría decirles que miles de niños gastan unos 60 dólares al año en cómics.


Incluso niños pobres. No sé de dónde sacan el dinero. He visto niños que han gastado 75 dólares al año, e incluso más, y he observado cuando recorríamos estas tiendas de golosinas en diferentes lugares, no sólo en Nueva York, cómo un niño de un barrio marginal, aparentemente un niño pobre, compraba 15 tebeos a la vez.


La gente generaliza sobre la delincuencia juvenil y tienen sus propoias teorías favoritas, olvidándose de la cantidad de tiempo, y también de dinero, que los niños gastan en esta mercancía.


Ahora bien, en cuanto a los efectos que tienen sobre la delincuencia juvenil, distinguimos cuatro grupos de delincuencia:


Delincuencia contra la propiedad; delincuencia asociada a la violencia; delitos relacionados con el sexo, y luego delitos varios, que consiste en incendiar, drogadicción y prostitución infantil.


Puedo decir que este último es un tema muy tapado. No me refiero a lo que hacen las niñas con los niños, sino a las niñas de 10, 11, 12 y 13 años que se prostituyen con adultos.


Ciertamente, nadie versado en este tipo de investigaciones clínicas afirmaría que los cómics son por sí solos la causa de la delincuencia juvenil. Pero en mi opinión, sin ninguna duda razonable, y sin ninguna reserva, los cómics representan un importante factor que contribuye en muchos casos de delincuencia juvenil.


Surge así la pregunta: ¿A qué tipo de niño afectan? Vuelvo a decir, sin ningún género de duda, y basándome en centenares de casos de todo tipo, que se trata principalmente del niño normal.


Sr. Presidente, los niños estadounidenses son niños maravillosos. Si les damos una oportunidad actúan correctamente. No tiene sentido decir que todos los que se meten en algún lío con la ley deben de ser anormales, o que debe de haber algo muy malo en ellos.


De hecho, los niños más morbosos que hemos visto son precisamente los menos afectados por los cómics, porque están enfrascados en sus propias fantasías.


Ahora bien, surge una cuestión, que hemos debatido en nuestro grupo muy a menudo y durante mucho tiempo: por qué el niño normal pasa tanto tiempo con esta basura. Tenemos este juego de béisbol que me gustaría que escudriñaran en detalle.

Juegan al béisbol con la cabeza de un muerto. ¿Por qué lo hacen?



El PRESIDENTE. Doctor, ¿quiere exponer esto aquí y explicarlo?


Dr. WERTHAM. Sí, señor.


Sr. Presidente, no puedo explicarlo por la razón de que no puedo decir todas las cosas obscenas que hay en esta imagen dirigida a niños de 6 y 7 años. Se trata de un partido de béisbol en el que juegan con la cabeza de un hombre y los intestinos del hombre son las líneas de base. Todos sus órganos tienen algún papel que desempeñar.


El torso de este hombre es el protector pectoral de uno de los jugadores. No queda nada a la imaginación morbosa de nadie.


Sr. BEASER. ¿Eso es de un cómic?


Dr. WERTHAM. Es de un cómic.


Estaré encantado de darle la referencia más adelante. Es relativamente reciente.


Senador HENNINGS. Sr. Presidente, ¿puedo hacerle una pregunta al doctor?


El PRESIDENTE. El Senador de Missouri.


Senador HENNINGS. Doctor, por lo que ha dicho hasta ahora, creo que, si atendemos al valor y la eficacia de los artistas que retratan estas cosas, podría sugerirse implícitamente que cualquiera que pueda dibujar ese tipo de cosas tendría que tener alguna anormalidad o desviación muy singular o peculiar en su mente, ¿o me equivoco en eso?


Dr. WERTHAM. Senador, si me permite seguir adelante con mi declaración, me gustaría decirle que esta es una suposición que nos planteamos al principio, pero hemos descubierto que era errónea. Hemos descubierto que esta enorme industria con sus enormes beneficios tiene mucha gente a la que paga dinero, y esta gente tiene que hacer estos dibujos, igual que los escritores de cómics de crimen se ven obligados a escribir las historias que escriben. Hay mucha gente decente entre ellos.


Déjame decirte que entre los escritores y entre los dibujantes no me quieren, pero soy consciente de que muchos de ellos son gente decente, y que preferirían hacer otra cosa antes que hacer lo que están haciendo.


¿He respondido a su pregunta?


Senador HENNINGS. Sí, gracias.


Dr. WERTHAM. A continuación planteémos la pregunta: ¿Por qué el niño normal hace eso? Yo diría que la psicología puede responderlo.


Si consulta, como hemos hecho nosotros, al primer psicólogo científico moderno que vivió hace mucho tiempo, encontrará la respuesta. Ese psicólogo fue San Agustín. Esto fue mucho antes de la era de los cómics, por supuesto, pero él describe en detalle cómo cuando era muy, muy joven se hallaba en Roma y vio aquellos espectáculos sangrientos y sádicos a su alrededor, en los que los gladiadores luchaban entre sí con espadas y puñales. Y no le gustó. No quería ser parte de ello.

Pero había tanta afición, y sus amigos asistían a ellos, así que finalmente acudió y se dio cuenta, como él mismo lo expresa, que inconscientemente se deleitó con aquello, y siguió yendo a verlos.


En otras palabras, se sintió tentado, seducido por esta atracción de masas, y acudió.


Creo que la situación resulta similar: los niños ven este tipo de cosas una y otra vez. No pueden ir a un dentista, no pueden ir a una clínica, no pueden ir a una sala en un hospital, en la que no vean que las mujeres son golpeadas, la gente disparada y asesinada. Y, finalmente se hallan, como dijo San Agustín, inconscientemente encantados.


Yo no les culpo. Trato de defenderlos o trato de entenderlos.


En relación con esta cuestión, de quién lee cómics y a quién le repercute, se dice a menudo que a los niños de hogares seguros no les afectan.


Señor Presidente, mientras exista la industria del cómic de crimen en sus formas actuales no habrá hogares seguros. No se puede afrontar la parálisis infantil en tu propia casa, solo. ¿No hay que tener en cuenta a los hijos del vecino?


Podría prorcionar un ejemplo más de la brutalidad en los cómics. Se trata de una niña a la que están a punto de arrancar la lengua. Ahora bien, el efecto de los cómics opera en cuatro direcciones. En tanto en otros estudios no fijamos una edad arbitrariamente, en este caso estoy principalmente interesado en los niños menores de 16 años, y el primer efecto, que se manifiesta muy pronto, es un efecto en general sobre las maneras de convivir con la gente.


Es decir, sobre el desarrollo teórico. Una de las cosas destacables que hay en los cómics de crímenes ─permítanme decir aquí, sin perjuicio de preguntas posteriores─ que en mi opinión los cómics de crímenes, tal y como yo los defino, representan la inmensa mayoría de todos los cómics en la actualidad. Hay un sinfín de brutalidad.


Les robaría todo su tiempo si les narrara todas las brutalidades. Me gustaría llamar su atención sobre una que parece ser específica casi con esta literatura, y que nunca he encontrado en ningún otro lugar, que es lesionar los ojos de la gente.


En otras palabras, esto es algo que hacen ahora los delincuentes juveniles, y de lo que nunca oí hablar hace años. Disparan a la gente en el ojo y tiran piedras y cosas así.


Como ejemplo, les daré un libro que nadie calificaría como cómic de crimen si no lo hubiera leído. Todos ustedes conocen las novelas de Tarzán, que se ven en el cine. Pero el cómic de Tarzán que cualquier madre dejaría entrar en su casa incluye una historia que me proprcionó un niño pequeño, en la que 22 personas quedan ciegas.


Una de ellas es una bella chica. Todos los cegados son blancos, y quien lo hace es un negro, así que además de eso provoca un gran odio racial.


¿Qué edad tienen los niños a los que se les regalan estas cosas? Dell Publishing Co., que publica este libro, se jacta de que esta historia se lee en voz alta a una niña pequeña que tiene 2 años. Y por supuesto, muchos otros cómics de crímenes incluyen este tema de las lesiones en los ojos.


En otras palabras, creo que los cómics principalmente, y ese es el mayor daño que hacen, provocan una enorme confusión ética.


Me gustaría proporcionarles un ejemplo muy breve. Hay una escuela en un pueblo del Estado de Nueva York donde se han producido muchos robos. Hace algún tiempo, unos chicos atacaron a otro y le retorcieron el brazo con tanta saña que se lo rompieron por dos sitios y, como en un cómic, el hueso atravesó la piel.


En el mismo colegio, unos diez días después, siete chicos se abalanzaron sobre otro y le empujaron la cabeza contra el hormigón, de modo que el muchacho quedó inconsciente y tuvo que ser trasladado al hospital. Sufrió una conmoción cerebral.


En este mismo instituto en un año se quedaron embarzadas veintiséis chicas. Creo que este año van ocho. Tal vez sean nueve ahora.


Sr. Presidente, esto es lo que yo llamo confusión ética y moral. No creo que ninguno de estos chicos o chicas individualmente varíen mucho. No se puede explicar individualmente, solo.


Aquí hay una confusión moral general, y creo que estas muchachas fueron seducidas mentalmente mucho antes de ser seducidas físicamente y, por supuesto, todas esas personas son muy, muy grandes ─no todos ellos, pero sí la mayoría de ellos─, son muy grandes lectores de cómics, lo han sido y lo son.


Como remedio se ha sugerido un curso formal de instrucción sexual en esta escuela.


El PRESIDENTE. ¿Cuál es la población que vive en esta comunidad, doctor?


Dr. WERTHAM. No conozco cuánta es la población de la comunidad. Sé cuantos estudiantes tiene el colegio, que son unos mil ochocientes. La ciudad en sí no la sé, pero se la proporcionaré al letrado.


El PRESIDENTE. El Senador de Tennessee.


Senador KEFAUVER. ¿Hay algo confidencial en relación con el nombre de la ciudad?


Dr. WERTHAM. Sí. Públicamente no me gusta darlo, pero tengo conocimiento de ello, y se lo daré al letrado para información del comité.


El PRESIDENTE. Eso será muy adecuado.


Dr. WERTHAM. Pues bien, en el referido colegio trataron de poner en marcha un curso de educación sexual. No lo han hecho. No lo han empezado. Me pregunto qué van a hacer. ¿Los profesores van a enseñar a los alumnos, o serán estos los que enseñen a los profesores?


Una de las razones por las que no deseo mencionar el nombre de esta ciudad es porque hoy en día ocurre lo mismo en muchos otros lugares. Quizá no tanto, o quizá un poco más.


Muchas de estas cosas ocurren, y creo que la industria del cómic tiene mucho que ver con ello. Aunque no digo que sea el único factor en absoluto, puede que no sea el más importante, pero es un factor que contribuye.


Quisiera mostrarles otro cómic de crimen que hemos hallado y que es particularmente perjudicial para el desarrollo ético de los niños; me refiero a los cómics de Superman. Crean en los niños fantasías de placer sádico al ver a otras personas castigadas una y otra vez mientras tú mismo permaneces inmune. Lo hemos llamado el complejo de Superman.


En estos cómics el crimen es siempre real y el triunfo de Superman sobre el bien es irreal. Además, estos libros, como cualquier otro, enseñan a despreciar completamente a la policía.


Por ejemplo, muestran imágenes en las que un predicador coge a dos policías y les golpea la cabeza o, por mencionar todos estos cómics que Vds. conocen: puedes llamar policía a un "poli" ("cop") y no le importará, pero si le llamas "madero" ("copper"), se trata de un término despectivo. Y a estos chicos les enseñamos a llamar así a los policías.


A mi modo de ver, todo esto tiene un efecto, pero tiene una repercusión añadida, que fue muy bien expresado por una de mis investigadoras asociadas, que era profesora y estudió el tema. Dijo: "Antaño el niño quería ser como papá o mamá. Ahora te omiten, te sobrepasan. Quieren ser como Superman, no como el padre y la madre trabajadores y prosaicos".


Hablando más sobre los efectos éticos de los cómics, se puede leer y ver de forma reiterada la observación de que en los cómics de crímenes el bien vence al mal, que la ley y el orden siempre prevalecen.


Nos ha asombrado comprobar que esta observación se repite y repite, no sólo por la propia industria del cómic, sino por educadores, columnistas, críticos, médicos, clérigos. Muchos de ellos creen que es así.


Señor Presidente, no lo es. En muchos cómics el aspecto central es que el mal triunfa; que es posible cometer un crimen perfecto. Puedo darle tantos ejemplos que consumiría todo su tiempo.


Sólo les proporcionaré uno o dos. He aquí una niña de diez años que mató a su padre y provocó que su madre muriera electrocutada. Te guiña un ojo porque está triunfante.



Dispongo de historias en las que un hombre espía a su mujer y en la última foto se le muestra vertiendo veneno en el fregadero, muy orgulloso de su éxito.


Hay historias en las que el capitán de policía mata a su mujer y hace torturar a un inocente para que confiese por elloen una comisaría y, de nuevo, al final sale triunfante.


Quiero dejar especialmente claro que hay cómics enteros en los que cada una de las historias termina con el triunfo del mal, con un crimen perfecto impune y de hecho glorificado.


En relación con la confusión ética que provocan estos cómics de crímenes, me gustaría mostrarles esta imagen que tiene la filosofía del cómic en el eslogan del principio: "¡La amistad es para los Mamones! Lealtad... eso es para Imbéciles".




La segunda vía por la que los cómics contribuyen a la delincuencia es enseñándoles la técnica para perpetrarlos, y mostrando anuncios de armas. Si fuera mi tarea, Sr. Presidente, instruir a los niños en la delincuencia, decirles cómo violar y seducir a las chicas, cómo hacer daño a la gente, cómo colarse en las tiendas, cómo engañar, cómo falsificar, cómo cometer cualquier delito conocido, si fuera mi tarea enseñar eso, tendría que reclutar a la industria del cómic de crímenes.


Antaño, dañar la moral de un menor constituía un delito punible. Ahora se ha convertido en una industria de masas. Cada tipo delictivo está descrito al detalle y si enseñas a alguien la técnica de algo, por supuesto le seduces para que lo haga.


Nadie creería que enseñas a un chico la homosexualidad sin introducirle en ella. Lo mismo ocurre con la delincuencia.


Por ejemplo, yo no tenía ni idea de cómo se robaba en una taquilla de Grand Central, pero tengo cómics que lo describen con todo detalle y podría salir ahora mismo y hacerlo.


Los niños que leen eso, y es simplemente humano, están, por supuesto, tentados a hacerlo y lo han hecho. Hay una interacción entre las historias y los anuncios. Muchos, muchos cómics contienen anuncios de todo tipo de armas realmente peligrosas como rifles del calibre 22 o cuchillos arrojadizos, dagas arrojadizas; y si un niño, por ejemplo, ve en un cómic a una chica siendo azotada y el hombre que lo hace parece muy satisfecho y en la última página hay un anuncio de un látigo con un mango duro, seguramente está siendo tentado al máximo para cuando menos tener fantasías sobre estas cosas.


Tengo la convicción de que si estos cómics llegan a tantos millones de niños como llegan, entre todas estas personas que tienen estas fantasías hay algunos que las llevan a cabo.


Sr. BEASER. Doctor, ¿puedo interrumpirle un momento para volver a su historia de Grand Central?


Supongamos que lo lee un niño por lo demás sano, normal, con una buena vida familiar, sin que intervengan otros factores. ¿Bastarçoa con que le tienten a ir a robar a una taquilla de Grand Central o deben estar ya presentes otros factores que le predispongan al robo?


Dr. WERTHAM. Yo respondería así: No conozco teoría más errónea sobre el comportamiento infantil que suponer que los niños deben estar predispuestos a hacer algo malo. Creo que hay una línea que separa al niño que sueña con eso, que sueña con tal cosa, del niño que lo hace.


Ahora bien, yo no digo, y nunca he dicho, y no lo creo, que el factor cómic por sí solo provoque que un niño haga algo.


Verán, el factor cómic sólo funciona porque hay muchos, muchos otros factores en nuestro entorno, no necesariamente la vida familiar, no necesariamente la tan culpada madre, pero existen muchas otras cosas; los otros chicos en la escuela, los titulares de los periódicos donde todos acusan al otro de mentiroso o ladrón. Hay muchos, muchos otros factores en nuestras vidas.


En realidad, la respuesta debería plantearse de esta forma: en la mayoría de los casos este factor funciona con otros factores, pero hay muchos casos que conozco en los que tales delitos se han cometido por pura imitación y nunca se habrían cometido si el niño no hubiera conocido esta técnica.


En otras palabras, quiero recalcar para ustedes lo que hemos descubierto: que la tentación, (y, por supuesto, lo sabemos por nuestra vida ordinaria), que la tentación y la seducción representan un factor enorme. No tenemos que ser materialmente malos para hacer algo malo ocasionalmente, y, además, estos niños que incurren en tal delincuencia no lo hacen porque sean malos. Ni siquiera lo hacen necesariamente para conseguir el dinero o para vengarse, sino que para ellos representa una hazaña gloriosa.


Si vas allí, demuestras lo grande que eres. Eres casi tan grande como esa gente sobre la que lees en los comics de crímenes.


La corrupción del niño normal medio ha llegado tan lejos que excepto para aquellos que lo siguen es casi imposible de percatarse.


Me gustaría mostrarles un ejemplo más. Hay un detalle que me gustaría que tuvieran en cuenta: que la edición mínima de un libro de este tipo. Creo que es de 300.000; probablemente éste se distribuye en una edición de 650.000.


Senador KEFAUVER. No lo he entendido.


Dr. WERTHAM. El mínimo es 300.000.


Senador KEFAUVER. ¿Eso es al mes?


Dr. WERTHAM. Esto es sólo un cómic. Para obtener algún tipo de beneficio, el editor debe imprimir unos 300.000 ejemplares.


En otras palabras, cuando uno ve un cómic siempre puede suponer que se han impreso más de 300.000 ejemplares de ese cómic en concreto.


Dicho de otro modo, no te equivocarías mucho si supusieras que este cómic lo leen medio millón de niños, porque cuando acaban de leerlo lo venden por seis y cinco y luego lo venden por cuatro y dos céntimos y 2.


De modo que todavía se puede comerciar con él.


Así que estos cómics tienen una larga, larga vida. Hemos estudiado este mercado. Sabemos que ese comercio abunda por todas partes.


Pues bien, ésta es una heroína. Esta es una mujer que mata a un hombre. Usted ve, él tiene sangre por toda la cara del hombre y ella dice: "Quiero que sufras más y más y más y más".


Entonces el triunfo final: ella toma los órganos de este hombre y los sirve como platos como un ama de casa y ves sus "famosos sesos fritos, famosos riñones horneados, famoso corazón relleno".


Al lado está lo que queda de este hombre.


Todo lo que digo es que aparte del asco que nos provoca ─y soy médico, no puedo permitirme el lujo de sentir asco─ creo que este tipo de cosas que los niños ven una y otra vez infunden esta confusión ética.


Senador KEFAUVER. Ese parece ser el final de la historia del cómic.


Dr. WERTHAM. Sí. Debo añadir que aquí dice: "The End". "El Fin" es esta gloriosa comida, el canibalismo.


Senador KEFAUVER. Así que no tuvo un final muy feliz.


Dr. WERTHAM. Bueno, los editores de cómics parecen pensar que sí. Ganaron mucho dinero.


Sr. Presidente, tenemos delincuencia del menor tipo. He visto niños que han robado una moneda de 25 centavos. He visto niños que han robado 30.000 dólares. Y tienen que conocer alguna técnica; tienen que, para hacerlo.


Pero hay otros delitos que se pueden cometer en los que se puede emplear el tipo ordinario de violencia, por ejemplo, hay una gran cantidad de disparos, cuchilladas, lanzamiento de piedras, bombas, y todo eso, en combinación.


En el ferrocarril de Long Island, creo que tres veces al día hay niños que tiran piedras por las ventanas.

Recientemente un hombre inocente fue golpeado en la cabeza y tuvo una conmoción cerebral por la que tuvo que ser llevado a un hospital.


Llevo doce años en Queens. Conozco a estos chicos. He visto a muchos de ellos tirar piedras. No veo por qué tenemos que invocar teorías psicológicas altisonantes y por qué decimos que estas personas tienen que tener una madre que no les proporciona suficiente afecto.


Si leen estas cosas todo el tiempo, algunos de ellos invierten dos y tres horas al día leyendo, no creo que se trate de un evento tan extraordinario el que tiren una piedra en algún lugar donde pueda hacer daño.


Quiero añadir a esto que mi teoría de la tentación y la seducción, como te dije, es muy, muy vaga. Eso también lo saben los editores de cómic. No lo admiten cuando se trata de delincuencia, pero cuando se trata de vender cosas a los niños a través de la publicidad en los cómics, entonces inlcuyen estos enormes anuncios. Esto es del cómic de Superman. Dice: "Es más fácil poner un yen en un joven".


Como ven, todavía estoy respondiendo a su pregunta. Es más fácil ponerle un yen a un joven cuando viene de algo normal. Es más fácil ir y cometer algún tipo de delincuencia.


Ciertamente resulta más fácil cometer algún tipo de delincuencia sexual. Y esto me lleva a la tercera vía donde [los cómics] hacen daño. Hacen daño al desalentar a los niños. Sr. Presidente, muchos de estos libros de historietas, libros de historietas criminales, y muchos de los otros tienen anuncios que desalientan a los niños y les inculcan todo tipo de sentimientos de inferioridad. Les amenazan con espinillas. Preocupan a los preadolescentes por su aliento. Les venden todo tipo de medicinas y artilugios e incluso cómics como éste, y soy muy consciente de mi juramento, incluso cómics como éste tienen anuncios fraudulentos y hablo ahora como médico. Los niños gastan mucho dinero y se desaniman enormemente, piensan que son demasiado grandes, demasiado pequeños o demasiado pesados. Piensan que este bulto es demasiado grande, o demasiado pequeño.



Estos niños desanimados son muy propensos a delinquir, como sabemos y hemos sabido desde hace mucho tiempo.


No obstante, no voy a entrar en detalles sobre la cuarta vía porque incluye no sólo los cómics de crimen, sino todos los cómics.


En respuesta a las preguntas que se me plantean, hemos descubierto que todos los cómics tienen un efecto muy negativo en la enseñanza de la técnica lectora a los niños más pequeños, que aprenden a leer de izquierda a derecha. Este patrón de impresión [del texto] en bocadillos ["balloons"] lo impide. Muchos niños, de los que decimos que leen cómics, no los leen en absoluto. Miran los dibujos y de vez en cuando, como me dijo un niño: "cuando cogen a la mujer o matan al hombre, intento leer algunas palabras", pero en ninguna de estas historias tiene ni que haber palabras.


No hay duda de que se trata de sangre y de que matan a este hombre. Tampoco hay duda de lo que le van a hacer a esta chica.


En otras palabras, la lectura está muy interferida.


El PRESIDENTE. Doctor, ¿los originales de todas ellas son en color?


Dr. WERTHAM. Sí, son fotocopias que hice para ponelas a su disposición.


Ahora bien, es un hecho conocido, aunque no se subraye lo suficiente, que muchos delincuentes tienen trastornos de lectura, no saben leer bien. Se han hecho estimaciones sobre cuántos delincuentes presentan trastornos de lectura.


Hemos comprobado de forma reiterada que los niños que no saben leer se encuentran muy desanimados y son más propensos a delinquir y eso es lo que quería decir el Sr. Beaser, si existe otro factor.


Hay otro factor.


Sr. BEASER. Muchos otros factores.


Dr. WERTHAM. Sí, muchos otros factores. Hemos aislado los cómics como uno de ellos. Un médico trata de aislar un factor y ver lo que hace, y trata de correlacionarlo con otros factores que o bien lo contrarrestan, o lo ayudan, o corren paralelos.


Sr. Presidente, he trasladado los resultados de esta investigación a varios documentos. Uno de ellos es un artículo en el Ladies' Home Journal que reproduce una serie de casos.


Otro es un artículo en el Reader's Digest que salió hoy.


El tercero es un libro.


Me gustaría, Sr. Presidente, llamar su atención sobre las ilustraciones, pero me gustaría decir que estoy perfectamente dispuesto en la medida en que he escrito este libro con el mayor cuidado científico y revisado y vuelto a revisar, y estoy perfectamente dispuesto a repetir cada palabra de él bajo juramento.


El PRESIDENTE. Doctor, estos documentos formarán parte del archivo permanente del subcomité, sin objeciones. Que sean las pruebas Nos. l0a, l0b y l0c.


(Los documentos a los que se hace referencia fueron marcados como "Exhibits Nos. l0a, l0b, and l0c," y están en el archivo del subcomité).


Dr. WERTHAM. Sr. Presidente, me gustaría señalarle para concluir que el mío, en mi opinión, no es un informe de minoría. No lo considero así.


Me gustaría decirles que el más alto funcionario psiquiátrico del Gobierno Federal, al que también se consulta cuando surgen problemas psiquiátricos en el Gobierno Federal, el Dr. Winfred Overholser, Superintendente del Saint Elizabeths, ha escrito que las pruebas de mi libro son pruebas irrefutables de las perniciosas influencias que ejercen sobre la juventud los cómics sobre crimen.


El profesor C. Wright Milt, un famoso sociólogo, catedrático en Columbia, se mostró igualmente de acuerdo.


Me gustaría leerles unas palabras del director del proyecto de delincuencia juvenil del Children's Bureau de Washington, que ha escrito:


"En los cómics tenemos un flujo constante de basura que no puede dejar de contaminar las mentes de los lectores. Después de leer el libro del Dr. Wertbam visité mi quiosco local y hallé que la situación era exactamente como él la relataba".


Senador KEFAUVER. ¿Quién escribió eso?


El Dr. WERTHAM. El Sr. Bertram M. Peck, director del actual proyecto de delincuencia juvenil en Washington.


El PRESIDENTE. Compareció ante el subcomité antes en las audiencias.


Dr. WERTHAM. Otras muchas personas piensan lo mismo. Me gustaría citarles lo que dijo el Ministro de Justicia de Canadá. A principios de este mes tuvieron lugar dos largas sesiones en la Cámara de los Comunes, dedicadas casi en su totalidad a mi informe sobre los cómics y el Ministro de Justicia dijo:


"Dudo que haya un solo miembro de la Cámara de los Comunes que disienta de la desaprobación de los cómics sobre crímenes".


En Canadá, por supuesto, viven la misma situación. Consiguen cómics estadounidenses, no sólo directamente, sino que los obtienen en planchas. No pueden evitarlo.


Senador KEFAUVER. Dr. Wertham, ya que habla del asunto canadiense: Canadá, por supuesto, tiene una ley, que probablemente fue aprobada en gran parte por el testimonio que usted presentó en la Cámara de los Comunes de Canadá, que prohíbe el envío de ciertos libros de terror y policíacos.


¿Cuál ha sido su experiencia con el reflejo o el resultado de esa ley sobre la delincuencia juvenil? ¿Cuándo se aprobó la ley por primera vez?


Dr. WERTHAM. No estoy muy seguro. Tal vez en 1951. La información que tengo se basa en el informe oficial actual de estos debates del 1 y 2 de abril. De ahí juzgo que la ley no funcionó; que hicieron una lista de cómics policíacos y no supieron supervisarla, de hecho, no pudieron, y dudo que se pueda hacer de esa forma.


Tienen más cómics de crímenes que nunca. Nunca han podido eliminarlos del quiosco.


La última propuesta sobre el 2 de abril que tengo es que quieren meter en la cárcel a los editores de cómics sobre crímenes , pero no pueden hacerlo, por una cosa ─los tenemos aquí.


No creo que funcione. Así que ese experimento aún no se ha evaluado por completo. Todo lo que sé es que están muy preocupados por el efecto de los cómics en la delincuencia, que no han sido capaces mediante esta única enmienda al código penal de frenar esta situación.


Afirmando que el mío no es un informe minoritario, Sr. Presidente, me gustaría citar a otro crítico, el Sr. Clifton Fadiman, que dice que percibe la verdad en mi presentación como percibió la verdad en La cabaña del tío Tom.


No conozco al hombre personalmente.


Ahora bien, ¿qué hay del remedio? Sr. Presidente, sólo soy un médico. No puedo decir cuál es el remedio. Sólo puedo decir que, en mi opinión, éste es un problema de salud pública. Creo que debería ser posible determinar de una vez por todas lo que contienen estos tebeos y estimo que debería ser posible evitar que los menores de quince años los vean expuestos e impedir que se vendan directamente a los niños.


En otras palabras, considero que debería hacerse algo para que los niños no puedan conseguirlos. Verán, si un padre quiere ir a una tienda y dice: "Tengo un niño de siete años. No sabe cómo violar a una chica; no sabe cómo robar en una tienda. Por favor, véndame uno de los cómics", que el hombre le venda uno, pero no creo que el niño deba poder ir a ver esta violación en la portada y comprar el cómic.


Creo que desde el punto de vista de la salud pública se podría hacer algo ahora, Sr. Presidente. Para terminar, si me permite hablar con rigor sobre una sugerencia que tengo, detesto la censura. He comparecido en casos muy impopulares ante los tribunales (defendiendo novedades como el Guilded Hearse y otros), ya que creo que se debe permitir a los adultos escribir para adultos. Creo que lo que se requiere para los niños es supervisión.


Pero me gustaría sugerir a la comisión un sencillo experimento científico, si se me permite, con gran brevedad.


No abogo por la censura, pero es la industria del cómic la que en estos momentos intenta censurar lo que leen los padres. Esta enorme industria ejerce actualmente una censura a través del poder. Desde que he expresado cualquier objeción sobre los cómics basada en una simple investigación realizada en sótanos sobre niños pobres cuyas madres lloraban a moco tendido, desde entonces he recibido amenazas de demandas por difamación, de daños y perjuicios; es un milagro que mi libro se publicara teniendo en cuenta cuántas cartas amenazadoras han escrito estos abogados y personas a mis posibles editores. Incluso han amenazado con una demanda por difamación al Saturday Evening Post e incluso al National Parent Teachers, que es una revista sin ánimo de lucro.


Senador KEFAUVER. Ya que está en ese tema, Dr. Wertham, ¿puedo ver eso de que cualquiera que se oponga a los cómics es un rojo?


Dr. WERTHAM. Sí; eso es parte de ello.


Senador KEFAUVER. He leído varios de sus escritos. He leído Seduction of the Innocent. Recordará que hace unos años tuve varias visitas con usted y me habló de la presión que intentaron ejercer sobre usted en relación con esto.


Pero me di cuenta aquí de que cualquiera que se oponga a los cómics es comunista. "El grupo más ansioso por destruir los cómics son los comunistas".





Luego tienen aquí la declaración:


"Este artículo también citaba a Gershon Legman (que afirma ser un escritor fantasma del Dr. Frederick Wertham, el autor de una reciente calumnia contra los cómics publicada en el Ladies home Journal) - Este mismo G. Legman, en el número No. 2 de Neurótica, publicado en otoño de 1948, condenó salvajemente los cómics aunque admitió que "El carácter natural del niño debe ser distorsionado para adaptarse a la civilización * * * La violencia fantástica paralizará su resistencia, desviará su agresividad hacia enemigos y frustraciones irreales, y de este modo le impedirá rebelarse contra padres y maestros * * * esto desviará su resistencia contra la sociedad, e impedirá la revolución."


Esto parece un esfuerzo por acusarle de alguna manera de rojo o comunista. ¿Es parte de una calumnia?


Dr. WERTHAM. Esto es de los cómics. Realmente no he prestado atención a esto. Puedo decirle que no soy un escritor fantasma. Como este caballero que lo criticó duramente, saben que no tengo un escritor fantasma.


Gershon Legman es un hombre que estudió los cómics. Es un hombre que trató de hacer algo en contra de los cómics, por lo que trataron de hacer algo con él.


Eso es sólo una de las cosas ordinarias del tiempo. Pero, Sr. Presidente, ellos hacen algo muy diferente que es mucho más serio. La industria del cómic en el momento actual ─y este es el experimento que me gustaría sugerirles─, la industria del cómic en el momento actual interfiere con la libertad de publicaciones en todos los campos. Tienen en sus manos revistas, tienen en sus manos periódicos, amenazan a los anunciantes; amenazan continuamente con demandas por difamación y acciones por daños y perjuicios.


El experimento que les propongo es el siguiente: se ha seleccionado mi libro, Seduction of the Innocent, que no es más que un informe científico sobre los cómics que he intentado hacer en un lenguaje comprensible, eso es lo que es, salvo que incluye áreas distintas de la delincuencia juvenil.


Este grupo fue seleccionado por un grupo de hombres de integridad intachable, Christopher Morley, Clifton Fadiman, Loveman, Dorothy Canfield Fisher, John P. Marquand; seleccionaron este libro por su verdad, y supongo que por su escritura, y se ha anunciado por todo el país que es una selección del Club del Libro del Mes.


Ya se han firmado los contratos. La pregunta que me gustaría hacerle es la siguiente : ¿Se distribuirá este libro, o la mano siniestra de estos corruptores de niños, de esta industria del cómic, impedirá su distribución? Eso lo pueden averiguar muy fácilmente y así verán lo difícil que es para los padres defender a sus hijos de los comic books si no se les permite leer lo que contienen.


Gracias.


El PRESIDENTE. Senador Kefauver, ¿tiene alguna pregunta?


Senador KEFAUVER. Sí, tengo una o dos, Sr. Presidente.


Dr. Wertham, supongo que más que cualquier otro psiquiatra en los Estados Unidos ─quizás no debería estar preguntando esto─ pero usted, durante un largo período ha entrevistado a niños, ha trabajado en hospitales, clínicas y escuelas, observando la reacción a los cómics de crímenes y terror.


¿Podría darnos alguna estimación de cuántos niños ha comprendido este estudio del que usted deriva sus conclusiones?


Dr. WERTHAM. Sí. En su día calculé que más de quinientos niños al año llegan a mi atención, o trataron de hacerlo durante la mayor parte de esta investigación.


Sin embargo, no puedo decir que cada uno de estos niños tenga un estudio tan completo como creo que deberían tener. Quiero decir, a algunos de ellos los he visto unas cuantas veces; algunos tienen hechas todo tipo de pruebas, buenos servicios sociales; algunos han estado ante el tribunal; algunos los he visto en privado siendo analizados con gran detalle, pero en general diría que hemos visto cientos y cientos de niños.


Senador KEFAUVER. ¿En cualquier caso son muchos miles?


Dr. WERTHAM. Algunos miles. Yo no diría muchos miles.


Senador KEFAUVER. Usted ha preguntado e intentado averiguar de muchos de estos niños qué les llevó a comenter, o intentarlo, tal o cual delitos; ¿es correcto?


Dr. WERTHAM. Senador, eso no es exactamente correcto. Recuerdo que una vez el comisario de la oficina de ayuda a menores de la policía vino a visitarme para ver cómo examinaba a un niño, porque tenía un buen informe de mi clínica de Queens. Se trataba de un niño que había cometido algún delito. Me pasé una hora hablando con el niño. Ni siquiera mencioné la delincuencia. No dije ni una palabra al respecto.


El comisario me preguntó después: "¿Por qué no lo mencionó?".


Le dije: "No quiero ponerlo en guardia. No quiero tentarle a que me mienta. Quiero entender a este niño. Quiero entender todo el entorno".


El juicio de que estos cómics tienen un efecto en los niños, ese no es el juicio de los niños. Ellos no piensan eso. Los niños no dicen que les haga ningún daño, y eso es algo interesante porque ha sido muy tergiversado por la industria del cómic y sus portavoces en todas las opiniones sesgadas que venden y que reparten a editores de periódicos inadvertidos.


Dicen que le pregunté al niño: "¿Hiciste eso porque leíste un cómic?".


No le pregunto al niño "¿por qué tienes sarampión?", o "¿por qué tienes fiebre?". Ningún niño me ha dado nunca esta excusa: "Lo hice porque lo leí en el cómic. Me lo imaginaba".


Los niños no dicen eso. Muchos de estos niños leen los cómics, les gusta y ya están tan corrompidos que les hace mucha ilusión y resulta muy difícil.


Lo que se les puede sonsacar es lo siguiente: "A mí no me hace ningún daño, pero mi hermano pequeño no debería leerlo. Tiene pesadillas o se hace ideas equivocadas".


La prueba real de que un niño puede decir: "Hice esto por tal o cual cosa", no es en absoluto el modo en que operó mi investigación.


Senador KEFAUVER. Recuerdo que usted me mostró un ejemplo de un libro de terror en el que aparecía un niño con una aguja hipodérmica y lo relacionó con algún crimen del que usted sabía algo.


Dr. WERTHAM. He conocido a niños, de hecho, si me permite decirlo, Señoría, veo en la sala a la periodista que me llamó la atención sobre uno de los primeros casos de niños, Judith Crist, que trabaja para el New York Herald Tribune. Me informó de un caso en Long Island en el que unos niños clavaban alfileres a unas niñas o algo así. Le dije entonces que había encontrado casos de niños que se clavaban alfileres en lugares mucho peores que el brazo.


Le hablé de la lesión en los ojos. Es muy raro que los niños digan exactamente: "Eso es lo que hice porque es lo que quería hacer".


He tenido niños que me decían que cometían robos. Imitaban al cómic, pero decían: "Eso no vale, los cómics dicen que se entra por el travesaño".


"Pero", decían, "se entra por la puerta lateral".


Los niños de hoy en día dibujan mapas y dicen: "Esta es la calle donde está la tienda que vamos a robar; aquí es donde nos vamos a esconder y así es como vamos a escapar".


Eso aparece en muchos cómics, y en ellos me muestran cómo lo van a hacer.


Yo no diría en un caso así que ésta es la única razón por la que este niño delinque, pero sí diré que es un factor que contribuye a ello, porque si no conoces el método no puedes ejecutar el acto, y el método en sí resulta tan intrigante y tan interesante que los niños son muy propensos a cometerlo.


Senador KEFAUVER. En algunos cómics el villano comete un error, casi consigue el crimen perfecto, pero comete un error y le pillan. Encontramos algunos casos en los que intentan eliminar el único error para poder cometer el crimen perfecto.


Dr. WERTHAM. Eso es absolutamente correcto. Esa es toda la filosofía de los cómics. El elemento clave es no cometer errores. No dejes el mapa ahí. No rompas la luz haciendo ruido, pon una toalla encima.


Senador KEFAUVER. ¿Compararía esta situación de la que habla, mostrar lo mismo una y otra vez hasta que finalmente se lo creen, con lo que oímos durante la última guerra de la teoría de Hitler sobre la historia reiterada?


El PRESIDENTE. ¿La técnica de la "gran mentira"?


Dr. WERTHAM. Bueno, odio decirlo, senador, pero creo que Hitler era un principiante comparado con la industria del cómic. Llegan a los niños mucho más jóvenes. Les enseñan el odio racial a los cuatro años, antes de que sepan leer.


Permítame indicarle un ejemplo de un cómic que creo que está en el estrado ahora mismo. Puede que haya desaparecido en los últimos días.


Usted sabe que en este momento la ciudad de Nueva York y otras ciudades tienen un gran problema social para integrar a los puertorriqueños inmigrantes. Es muy importante establecer la paz en estos barrios donde pueden surgir o han surgido fricciones.


Este cómic en particular al que me refiero ahora tiene una historia en la que un término despectivo para los puertorriqueños, que no repetiré aquí, pero que es un término despectivo habitual y se repite doce veces en una historia. Este "grasiento" tal y cual, este "sucio" tal y cual. Se señala que una familia católica española se muda a este barrio ─totalmente innecesario.


¿Qué sentido tiene la historia? El núcleo de la historia es que entonces alguien es golpeado hasta la muerte. El único error es que el hombre que debe ser golpeado hasta la muerte no es un hombre; es una chica.




Senador KEFAUVER. Creo que deberíamos saber el nombre del cómic.


Dr. WERTHAM. Estaré encantado de dárselo a su letrado.


Senador KEFAUVER. ¿Puede decírnoslo?


Dr. WERTHAM. No lo tengo en la cabeza.


Senador KEFAUVER. No estoy seguro de que el Dr. Wertham sea una persona que pueda hablar de esto, pero he oído decir que algunas personas consideran que los cómics son inofensivos y respetables, y no les prestan mucha atención porque están certificados y, en algunos casos, incluso recomendados por comités altisonantes, con, por supuesto, buenos nombres que les dan una excelente etiqueta de salubridad.


¿No ha investigado usted si gran parte de las personas que forman parte de estos comités supuestamente no partidistas están en realidad a sueldo de la propia industria del cómic?


Dr. WERTHAM. Senador, tendría que mencionar a individuos, pero creo que es de suponer, y entiendo que uno sabe que las personas cuyos nombres aparecen en estos cómics son pagadas; hay gente que dice: "Bueno, son pagados, son parciales".


Me cuesta entender cómo algún médico o experto en niños o psicólogo puede poner su nombre en eso. Eso no es lo importante, porque de todas formas los nombres no suelen conocerse.


Lo que ocurre es que en Kalamazoo, o en Dakota del Norte, o en el pueblecito de Pensilvania donde paso parte de mi tiempo, leen los nombres de esas instituciones que suenan muy bien, la asociación tal o la universidad cual. Eso es lo que influye en la gente.


Por supuesto, estas mismas personas escriben artículos que he intentado por todos los medios tomar al pie de la letra. Pero cuando he descubierto que contienen afirmaciones erróneas, cuando mencionan artículos enviados por una de las asociaciones, la persona que lo escribe y avala estos libros por dinero, cuando elaboran una encuesta de todos los cómics, ves todo tipo de pequeños, nada de los verdaderos, eso engaña a la gente.


Pero creo que ese no es un problema tan importante, Senador, como el problema de que la propia industria está impidiendo a las madres de este país que no sólo yo, sino cualquier otra persona sean críticos.


Este tremendo poder es ejercido por este grupo que consta de tres partes, los editores de cómics, los impresores, y por último y no menos importante, los grandes distribuidores que obligan a estos pequeños vendedores a vender estos cómics. Los obligan porque si no lo hacen no consiguen las otras cosas.


Sr. HANNOCH. ¿Cómo sabe usted eso?


Dr. WERTHAM. Lo conozco por muchas fuentes. Verá, yo leo cómics y los compro y voy a las tiendas de golosinas.


Me dicen: "Usted lee muchos cómics". Hablo con ellos y les pregunto quién los compra. Le digo a un hombre: "¿Por qué vende este tipo de cosas?".


Me contesta: "¿Qué espera que haga? ¿Que no lo venda?"


Dice: "Le diré algo. Ya lo intenté una vez".


El hombre dice: "Mire, lo hice una vez. El distribuidor, quienquiera que sea, me replica: 'Tienes que hacerlo'".


"Le dije: 'No quiero'."


"'Bueno', dice, 'entonces no puedes tener la otra revista'".


Así que el hombre dijo: "Bueno, está bien, lo dejaremos pasar".


De este modo, cuando llegó la semana siguiente, todas las otras revistas estaban atrasadas. Verá, el distribuidor no le dio las revistas. Así que la suya llegó más tarde que la de todos sus competidores, tuvo que devolver los cómics.


También lo sé de otra manera. Hay gente que piensa que tengo alguna influencia en este asunto. Tengo muy poca. Los cómics están mucho peor ahora que cuando yo empecé. Tengo una petición de distribuidores de prensa que me pide que les ayude para que no tengan que vender estos cómics.


No sé qué esperan que haga. Por supuesto, lo sabe mucha otra gente. También ocurre en Canadá.


Lo conozco por más razones. No quiero mencionar a periodistas, pero puedo hablarte de grandes revistas nacionales, a cuyos directores les gustaría mucho impulsar esta cuestión de los problemas de los cómics. No pueden hacerlo porque ellas mismas son distribuidas por distribuidores muy grandes que también hacen cómics, y entonces sufren por la pérdida de publicidad.


Por eso les he puesto el ejemplo del Club del Libro del Mes, porque creo que eso podría aclarar de una vez por todas lo que esta gente hace deliberadamente.


El PRESIDENTE. Senador Hennings, ¿tiene alguna pregunta?


Senador HENNINGS. Gracias, Sr. Presidente. No tengo ninguna pregunta.


El PRESIDENTE. Sr. Hannoch, ¿tiene alguna pregunta que hacer?


Sr. HANNOCH. Ninguna pregunta.


Senador HENNINGS. Debo decir que tengo el libro del doctor y lo estoy leyendo con gran interés.


El PRESIDENTE. Doctor, le estamos muy agradecidos por comparecer aquí esta tarde.


Dr. WERTHAM. Muchas gracias.


 

Para saber más:

Los debates íntegros del Subcomité del Senado de los Estados Unidos para el estudio de la Delincuencia Juvenil se reproducen oficialmente en: Hearings before the Subcommittee to investigate juvenile delinquency of the Committee on the Judiciary. United States Senate. Eighty-Third Congress. Second Session pursuant to S. 190. April 21, 22, and June 4, 1954.Printed for the use of the Committee on the Judiciary, Government Printing Office, Washington, 1954.

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