No cabe duda de que Jerry Lewis fue uno de los cómicos más populares del cine estadounidense de los años 50, capaz de convertir en oro cualquier película que protagonizase, casi siempre en el mismo papel de bobalicón. Su éxito se trasladó incluso a los cómics, en los que (igual que sucedería con otros actores de comedia como Bob Hope), Lewis disfrutó de una revista propia, The Adventures of Jerry Lewis, editada por DC y que contó con 84 números publicados entre 1957 y 1971. Pero la relación entre el actor y el mundo del cómic va más allá, puesto que en 1955 protagonizó, junto con su pareja inseparable Dean Martin, una película que trataba precisamente del mundo del cómic: Artist and Models (Frank Tashlin, Paramount Pictures).
El argumento de la comedia es de una enorme simplicidad. Ricky (Dean Martin) y su compañero de piso Eugene (Jerry Lewis) son aspirantes a artistas (pintor y escritor, respectivamente). El segundo tiene un serio problema por su obsesión a los cómics; los lee a todas horas, lo que acarrea que ambos amigos sean incapaces de conservar sus empleos.
Sus vidas se ven alteradas cuando se muda al edificio en que residen una pareja de atractivas mujeres: Abigail (Dorothy Malone), dibujante del cómic que más obsesiona a Eugene, Bat Lady, y su compañera de piso, Bessie (Shirley MacLaine), que precisamente es la modelo de Abigail para el personaje de sus historietas.
Cuando Eugene se acerca a conocer a las nuevas vecinas, Bessie le abre la puerta ataviada con el disfraz de Bat Lady, con el que en esos momentos se hallaba posando. Lo que lleva a Eugene al borde del colapso, ya que, en su incapacidad por distinguir realidad y ficción, cree que la superheroína verdaderamente existe y que acaba de toparse con ella. Tras deshacerse el entuerto, la historia transcurre entre las habituales confusiones, amoríos y desamores para (ojo, spoiler) concluir como casi todas las comedias de Dean Martin y Jerry Lewis: el primero emparejado con una de las vecinas (Abigail) y el segundo con la otra (Bessie), a la par que sus carreras profesionales empiezan a tener éxito.
A pesar de tratarse de una película plagada de tópicos, está concebida en el contexto de la campaña anticómic que se extendió por Estados Unidos entre los años 40 y 50. Precisamente la popularidad de esa campaña justifica la película, que trataba de aprovecharse de un tema en boga. Y en realidad el mayor (sino único) interés de la cinta reside precisamente en que refleja muchas de las fobias y de los males que se les achacaba a los cómics. Veamos algunas de esas cuestiones.
1. Los artistas serios no se dedican a los cómics:
Aunque Ricky (Dean Martin) intenta cortejar a Abigail (Dorothy Malone), en el fondo oculta el desprecio que le merece el trabajo que ella realiza, al que considera impropio de una verdadera artista. Y en la realidad, esta concepción de los cómics como un producto culturalmente marginal resultó muy habitual desde los años cuarenta. Es cierto que el mundo del comic book contribuyó a esa consideración: por una parte, por la existencia de agencias como la de Iger y Eisner, en las que las historietas se sujetaban a una dinámica de producción prácticamente en cadena, ofreciendo luego sus productos a las editoriales. Por otra, el éxito de los comics books era tal, que los editores debían contratar a artistas noveles, muchos de ellos incluso menores de edad, que aprendían el oficio a medida que iban publicando (a menudo a base de copiar a los grandes "popes" del género), lo que afectaba a la calidad de sus trabajos. Finalmente, muchos de los propios autores de cómics consideraban que estaban elaborando productos "inferiores" con los que ganarse la vida hasta poder alcanzar su verdadero objetivo profesional, que casi siempre era convertirse en escritor, publicista o dibujante de una revista "seria", como podía ser The New Yorker. Incluso entre aquellos que querían dedicarse al mundo de la historieta, a menudo veían los cómics como simple lanzadera para un objetivo más ambicioso y económicamente más rentable: ser contratados por "syndicates" de tiras de prensa periódicas, que gozaban de más prestigio.
Lo más curioso de la película es que en ella quien dibujase los cómics fuese una mujer. Porque en realidad el mundo del comic book era principalmente masculino. Las dibujantes se hallaban discriminadas de diversas formas en este ámbito laboral casi siempre hostil para ellas. Por una parte, todos los editores y la mayoría de los artistas eran varones. Las mujeres sólo incrementaron su presencia en ese sector durante la II Guerra Mundial, precisamente para suplir a aquellos dibujantes y guionistas que se habían alistado dejando sus puestos de trabajo vacantes. Pero, una vez concluida la contienda, los hombres retomaron su actividad a costa de las artistas femeninas. Por otra parte, las mujeres habitualmente ocultaban su sexo omitiendo su nombre: así, June Tarpé Mills firmaba simplemente como Tarpé Mills, en tanto que Audrey Anthony Blum suscribía sus trabajos como Tony Blum, Tony Boone o Anthony Bloom. Finalmente, las condiciones laborales resultaban a veces denigrantes: Lily Renée, artista de Fiction House (una de las editoriales más conocidas por los dibujos erotizados de mujeres) mencionaba cómo sus compañeros varones la observaban constantemente con lascivia. "Se paraban de repente y me observaban fijamente cuando salía, como si me estuviesen desnudando con la mirada".
2. El empresario sin escrúpulos
El editor de Bat Lady, y por tanto jefe de Abigail, se mueve por un propósito exclusivamente económico, de modo que no le importa exigir a sus artistas que incluyan en las historias ilustraciones y argumentos cada vez más escabrosos.
Esta imagen coincide con la que difundía precisamente la campaña anticómic. El psiquiatra Fredric Wertham, uno de los adalides de esa campaña, describía a los editores como mercaderes carentes de ética, a quienes no les importaba que sus cómics perjudicasen las mentes de los jóvenes lectores si a cambio obtenían de ellos el dinero de su paga semanal.
Ciertamente, algunos editores encajaban en ese perfil. Y quizás más que ninguno Victor Fox, fundador de Fox Feature Syndicate: autoproclamado como "el rey de los cómics", su conocimiento del medio era nulo, viendo en la publicación de historietas sólo un negocio lucrativo. Y con ese fin, no dudaba en emplear las prácticas más rastreras, que iban desde escatimar a los artistas sus emolumentos, hasta plagiar personajes de la competencia o fomentar contenidos cada vez más truculentos y subidos de tono. El personaje de Artists and Models parece claramente inspirado en él.
3. La lectura compulsiva de cómics
Varias escenas de la película muestran quioscos plagados de cómics, y niños leyéndolos con fruición. Un reflejo del temor existente al éxito extraordinario de los cómics, incluso en edades muy tempranas (de forma satírica se ve un carrito de bebé con un cómic, como si el tierno infante lo estuviese leyendo), desplazando así la lectura de obras más "serias".
Ciertamente el consumo de cómics en Estados Unidos durante los años 40 y 50 se hallaba totalmente generalizado entre niños y adolescentes, siendo su principal medio de ocio. Algo a lo que ayudaba sin duda su precio asequible (habitualmente 10 centavos) y el hecho de que se vendieran por doquier: quioscos, heladerías, ultramarinos, droguerías... Las cifras resultan suficientemente elocuentes: así, en 1952, fecha en la que se alcanzó un pico de producción, circulaban en Estados Unidos entre 55 y 75 millones mensuales de cómics, convirtiéndose en el medio de comunicación más importante de Estados Unidos. Si tenemos en cuenta que esos cómics eran frecuentemente intercambiados por sus compradores entre sí, la difusión real rondaría los 100 millones de lectores mensuales. En una encuesta realizada a mediados de los años cuarenta, se estimaba que más del 90% de los niños en edades comprendidas entre 9 y 14 años eran lectores habituales de esas revistas.
4. Los cómics como fomento de conductas antisociales
Una de las escenas más memorables de Artists and Models (al menos para quienes hemos estudiado la campaña anticómic) es aquélla en la que una madre lleva a su maleducado hijo a la sede de la editorial para la que trabaja Abigail, y deja al tierno infante al cuidado del editor. Y es que, el niño en cuestión, debido a la lectura de esos cómics, se ha convertido en un ser insufrible, de modo que la mujer encomienda al editor que lo cuide durante toda una tarde, con el propósito de que sufra en sus propias carnes el pernicioso resultado que han tenido sus revistas en el menor.
La consideración de que los cómics eran responsables de conductas desordenadas de los menores de edad fue uno de los argumentos más habituales esgrimidos por la campaña anticómic. Llevado a su extremo, incluso se les acusó de guardar relación directa con los casos de delincuencia juvenil que, si bien en realidad no habían crecido tanto como los estadounidenses consideraban, se había convertido en una de las principales preocupaciones de los años 40 y 50. La mayor responsabilidad de estas conductas se imputó a los cómics del género criminal (conocido como crime does not pay), ya que, a decir de los críticos, glorificaba a los delincuentes, inclinando a los jóvenes lectores a imitarlos.
5. Cómics, desórdenes psicológicos y pesadillas
Eugene sufre un trastorno psicológico por culpa de la lectura de cómics. Está obsesionado con ellos, y no sólo confunde realidad con ficción, sino que sus sueños se hallan plagados de pesadillas producto de su consumo.
Todas estas patologías fueron imputadas a la lectura de cómics por algunos reputados especialistas de salud mental, con el mencionado Wertham al frente. De hecho, los cómics fueron descritos como una suerte de droga que dañaba el cerebro igual que las peores sustancias psicotrópicas. Y, como ellas, producían adicción, de modo que el consumidor "enganchado" a esas lecturas era incapaz de deshacerse de ellas ni aun cuando tuviera consciencia del mal que le estaban ocasionando.
6. La campaña anticómic en los medios de comunicación
Hacia la mitad de la película, Abigail y Eugene comparecen en un debate televisivo sobre la influencia de los cómics en la juventud; la primera como artista que finalmente ha dejado el mundo de esas revistas y el segundo como lector compulsivo del género. También comparecen un profesor y una psicóloga infantil.
La imagen resulta nuevamente reveladora de la realidad, puesto que las historietas fueron analizadas hasta la extenuación por todos los medios de comunicación: prensa, radio y televisión. Se organizaron numerosísimos debates, en los que defensores y detractores de los cómics se veían las caras para tratar de convencer a la audiencia con sus puntos de vista. Aunque en ocasiones había programas más tendenciosos que mostraban sólo una de las caras del asunto, por lo general el lado más negativo de los cómics. Un claro exponente de este tipo de programas fue la emisión el 9 de octubre de 1955 del programa Confidential File, en el que su presentador, Paul Coates, reflejó exclusivamente los planteamientos de la campaña anticómic, entrevistando a uno de sus principales instigadores (el senador por Tennessee Estes Kefauver), a un dibujate (Ellis Eringer) que confesó las presiones del editor para que dibujara mujeres extremadamente erotizadas, y a numerosos jóvenes lectores que afirmaban sufrir pesadillas por culpa de los cómics (como vimos justo en el punto previo).
La escena del debate televisivo en Artists and Models sigue los mismos planteamientos que Confidential File. En la película, el presentador del programa advierte que se va a analizar "el enorme problema al que se enfrentan sus hijos. Se trata de esas revistuchas baratas y malas que hay en todos los quioscos disfrazadas con el nombre de comic books". Y es que precisamente quienes cuestionaban las historietas advertían que su nombre (revistas cómicas) era engañoso, puesto que nada de humorístico había en sus truculentas páginas. Abigail comparece para mostrar las presiones de los editores sobre sus artistas para que narraciones e ilustraciones sean lo más morbosas posible (mismo sentido que tuvo la comparecencia de Ellis Eringer en Confidential File), en tanto que Eugene es invitado para mostrar "lo que una dieta de cómics puede ocasionar en el cerebro humano". Y, cuando interviene, lo atestigua: los cómics habrían sido los responsables de su falta de rendimiento escolar, y a su través había aprendido conductas tan poco recomendables como partir a una persona la cabeza con nudillos de hierro, incendiar un coche o preparar un nudo de ahorcado. Un relato fiel de lo que se sostenía en la campaña anticómics: los niños se distraían en clase con esas lecturas (que colaban entre sus libros de texto) afectando a su concentración, a la par que los cómics les enseñaban a perpetrar conductas delictivas que acaban imitando. Eran, en palabras de Wertham, "escuelas de crimen".
Artists and Models no es más que una comedia ligera, perfectamente prescindible y que seguramente nunca llegará a formar parte de la filmoteca selecta de ningún cinéfilo. Pero vista en su contexto, el de la campaña anticómic, al menos hay que reconocerle que hubiera sido capaz de tocar buena parte de los problemas que aquélla imputaba a los cómics. Conocido el momento histórico en el que se desenvuelve, la película desde luego tiene su gracia.
Para saber más:
De la campaña anticómic estadounidense existe numerosa bibliografía, pero resulta muy recomendable la lectura de David Hadju, The Ten-Cent Plague. The Great Comic-Book Scare and How It Changed America, Picador, New York, 2008. Recientemente cuenta con una versión en castellano, por cierto mejor editada que la estadounidense: David Hadju, La plaga de los cómics. Cuando los tebeos eran peligrosos, Es Pop Ediciones, Madrid, 2018.
Las distintas críticas que recibieron los cómics durante la campaña a la que se enfrentaron en Estados Unidos las analizo, de forma sistemática, en: Ignacio Fernández Sarasola, El pueblo contra los cómics. Historia de las campañas anticómic. De Norteamérica a Europa, Tebeosfera, Sevilla, 2019.
Sobre las mujeres como autoras de cómic, así como los personajes femeninos que ellas mismas a menudo contribuyeron a crear, aparte de los diversos estudios de Trina Robbins, es muy conveniente la recentísima obra de Peyton Brunet y Blair Davis, Comic Book Women. Characters, Creators, and Culture in the Golden Age, University of Texas Press, Austin, 2022.
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