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Pamela Anderson versus Penthouse. ¿Tienen privacidad los famosos?

Actualizado: 1 sept 2022

Las plataformas Hulu y Disney Channel estrenaron hace unos meses la serie "Pam & Tommy" (Robert Siegel, 2022), que narra con bastante fidelidad unos hechos relevantes para el mundo de la cultura popular y la libertad de expresión. Acontecimientos que fueron previamente referidos en un documentado artículo de la revista Rolling Stone en el que se basa la serie, y que afectaron a una pareja muy conocida en los años noventa: Pamela Anderson, la actriz que se haría famosa por su interpretación en "Los vigilantes de la playa" y Tommy Lee, batería del entonces exitoso grupo de heavy metal Mötley Crüe. Vayamos a los antecedentes, avisando que puede haber algún que otro "spoiler".


En 1995, la pareja de famosos contrató a un electricista, Rand Gauthier, para acometer las tareas de reforma de su mansión en Malibu. Tras negarse Tommy Lee a pagar a Gauthier por sus servicios, y amenazarlo con un arma, el operario decidió tomarse la justicia por su mano. Una noche, se coló en el domicilio del célebre matrimonio y sustrajo su caja fuerte. En su interior halló una cinta de vídeo doméstica, en la que figuraban escenas íntimas del matrimonio grabadas durante una escapada. Consciente del partido que podía sacar a su ilícita adquisición, contactó con Milton Ingley, director de películas pornográficas (el propio Gauthier había trabajado en setenta y cinco, y había contraído matrimonio con una actriz del gremio). Gauthier e Ingley intentaron en balde que alguna productora de películas X comercializara el vídeo, topándose siempre con su negativa ante el riesgo de demanda por la pareja. Finalmente, tras recibir el apoyo económico de Louis Peraino, un conocido mafioso también ligado al mundo del porno (sobre las relaciones de ambos mundos recomiendo ver la serie de David Simon "The Deuce", HBO, 2017), empezaron a vender copias de la cinta a través de internet, plataforma que en esos momentos estaba despegando.


La situación se complicó cuando empezaron a circular miles copias piratas del vídeo, lo que acrecentó la exposición pública de la pareja que, en realidad, no se percató de que había sido víctima del robo hasta meses después de la sustracción, cuando el vídeo privado ya llevaba tiempo circulando. Se trataba de una bola de nieve que crecía con una velocidad irrefrenable.


En ese mismo año de 1995 llegó a conocimiento de la pareja de artistas que la revista Penthouse había decidido publicar un artículo detallando el contenido del vídeo. El matrimonio intentó detener la publicación de Penthouse, y demandó a la revista por intromisión ilegal en la intimidad personal, solicitando al tribunal que suspendiese temporalmente su edición. Algo a lo que el juez se negó, por lo que el número de junio de 1996 de Penthouse vio la luz, con la imagen de la actriz en portada y en su interior el artículo referido. Sin embargo, al texto acompañaban fotografías que no estaban extractadas del vídeo: consciente el editor de que no contaba con autorización de los titulares de la grabación, utilizó en su lugar unas imágenes que, en realidad, resultaban igual de ilícitas. Se trataba de instantáneas de la pareja en su vida íntima, que unos meses antes habían sido también ilegítimamente sustraídas y publicadas en las ediciones francesa y germana de Penthouse, y en una revista estadounidense llamada Screw.


Este revés judicial para la pareja fue sólo el primero. Apenas unos meses después, el tribunal de distrito de Californa volvió a desestimar una demanda de los artistas con argumentos de fondo más que discutibles (Tommy Lee v. Penthouse Intl Ltd, C.D. Cal. 1997). En primer lugar, consideró que, puesto que Pamela Anderson había posado con anterioridad desnuda para Playboy, y ambos integrantes del matrimonio habían aireado previamente su vida sexual, ello ya suponía que debían soportar esa intrusión en su vida privada. Dicho de otro modo, que esa vida había dejado, en realidad, de ser privada.


El argumento es disparatado, y demuestra cómo en ocasiones la jurisprudencia estadounidense, en aras de proteger la primera enmienda, ha sublimado las libertades de expresión e información, omitiendo la debida técnica de ponderación que debe aplicarse cuando varios derechos entran en conflicto. Cierto es que cuando una persona pasa a ser de "relevancia pública" por situarse en el mercado de la información (sobre todo si lo hace voluntariamente) ha de soportar una mayor intromisión en su intimidad. Ahora bien, eso no quiere decir que haya renunciado a su vida íntima. Cuando existe una voluntad clara y manifiesta de que ciertos aspectos de la vida personal queden excluidos de la injerencia de terceros, y además resultan socialmente intrascendentes, debe respetarse ese espacio como privado, y por tanto queda excluido de la libertad de información. Que Pamela Anderson posara para Playboy no legitima, por ejemplo que los "paparazzis" se encaramen a un árbol y la fotografíen en la piscina de su vivienda. Del mismo modo, tanto las fotografías como el vídeo sustraídos eran captaciones de imágenes puramente privadas, realizadas para un consumo propio y, en el caso del VHS, hasta tal punto que había sido encerrado en una caja fuerte. No hay dudas, pues, de que se trataba de imágenes íntimas que deseaban excluir de los ojos de terceros, y por tanto no resultaba admisible informar sobre ellas.


El segundo argumento del tribunal es igual de cuestionable. Al ser la pareja personas de relevancia pública, su actividad, incluso íntima, sería "noticiable", según los jueces. Aquí el problema reside en la laxitud que los tribunales estadounidenses han conferido a lo que debe entenderse como "noticiable"; laxitud que posibilita claramente las conductas voyeuristas. En efecto: el poder judicial en aquel país tiende a considerar que han de ser los propios periodistas los que determinen qué es noticiable y por tanto qué cuestiones necesita conocer el público para formarse una opinión. El resultado es que están dejando que sean sujetos privados (los periodistas) y no los propios jueces los que determinen el contenido de la libertad de información y, de forma refleja, el del derecho a la intimidad. Porque a menudo no es que el público "necesite" conocer una cuestión (y por eso sea noticiable) sino que sencillamente lo que pretende el periódico o la revista de turno es obtener un lucro con la venta de la publicación, sin más, y entonces los medios de comunicación ponen la pegatina de "noticiable" a algo que no lo es.


El tribunal no obstante intentó justificar su resolución señalando que en una entrevista previa para la revista Star, Pamela Anderson había afirmado no consumir estupefacientes, y sin embargo en el vídeo doméstico aparecía haciéndolo. Algo que, para el tribunal, tenía la suficiente relevancia pública como para difundir las imágenes.


Sí, pero no. Es cierto que ese consumo de sustancias tóxicas sí tiene un carácter "noticiable" (visto el contexto: artista famosa que previamente lo ha negado de modo explícito), pero eso no legitima a que, como excusa, se reproduzcan las restantes imágenes de contenido exclusivamente sexual que no guardan relación directa con el uso de estupefacientes. Habría bastado con mencionar esto último, omitiendo cualquier exposición pública de la vida sexual de la pareja.

El tercer argumento empleado por el tribunal de circuito es, de todos ellos, el que tenía más sentido. Puesto que el vídeo era de público conocimiento en esos momentos, ya formaba parte de las noticias, y no podía excluirse a Penthouse de tratar el tema. Entiéndase que el argumento no es el mismo que el anterior: una cosa es que se considere que la prensa pueda decidir qué es noticiable y qué no (algo que es incorrecto) y otra cosa bien distinta es afirmar que, una vez que un asunto ya es muy conocido, se haya convertido por ello mismo en noticiable (y eso sí es correcto). El problema es que entonces nos enfrentamos a lo que en España se conoce como "reportaje neutral" (STC 115/2000, FJ 7). Se habla de tal cuando, tras haber publicado un medio de comunicación una información de forma ilícita, un segundo medio lo publica a su vez. El responsable de la infracción no es el segundo medio, ni los posteriores que en su caso reproduzcan a su vez la noticia; no devienen, en definitiva, todos responsables en cascada. El responsable es sólo el primero. Los demás son sólo "meros transmisores del mensaje"; se están limitando a reproducir lo que dijo otro medio con anterioridad. Ahora bien, para que esa segunda (o sucesivas) publicación sea un legítimo uso del "reportaje neutral" debe ceñirse a mencionar o reproducir lo que dijo el primer medio de comunicación, de forma acrítica y sin añadidos sustanciales. Si, por el contrario, introduce esos elementos modificativos, el reportaje ya no es neutral; está convirtiendo la información en una noticia propia y elaborada. Y el reportaje de Penthouse no era en absoluto neutral en este sentido.


Lo que resulta todavía más discutible es que las imágenes ilegales, por más que circulen, puedan ser reproducidas de nuevo por los medios de información. Las fotografías íntimas de la pareja ya habían visto la luz antes de hacerlo en Penthouse, pero en ese caso ya no se trata de libertad de información, sino de uso ilegítimo de imagen ajena. Si "A" publica una fotografía obtenida ilegalmente, y "B", posteriormente lo hace también, no por ello este último queda amparado por la libertad de información, ya que ahí no hay "reportaje neutral", sino uso de imágenes sin consentimiento del titular. Hay que tener presente, además, que "A" puede ser una revista de tirada limitada (como lo era Screw), y "B" ser una cabecera con una tirada enorme (como era el caso de Penthouse); así pues, la segunda publicación es la que realmente incurre en una mayor violación de la intimidad y de la propia imagen, ya que dicha revista va a llegar a mucha más gente.


Resulta imposible conocer el número de personas que llegó a visionar esas imágenes íntimas de la pareja difundidas merced a la sustracción de su vídeo. Obviamente el matrimonio no obtuvo beneficio alguno de todo ello. Pero además, Pamela Anderson fue la más perjudicada del asunto, y esto es algo que ponen de relieve tanto la serie Pam & Tommy como el artículo de la revista Rolling Stone: en tanto Tommy Lee halló complicidad por parte del público masculino, la actriz fue vilipendiada por ambos géneros, que la vieron por igual como una mujer-objeto. Lo que demuestra los distintos raseros con los que la sociedad mide la sexualidad masculina y femenina.


Los garrafales errores de apreciación de los jueces hicieron, en este caso, que la vida íntima de una pareja, por más famosa que fuera, pudiera ser objeto de exposición pública sin su consentimiento. Escudándose en una idea hipertrofiada y falaz de lo que es libertad de información se sacralizó un nuevo derecho: el del voyeurismo.

 

Para saber más:

Sobre la conflictiva relación entre las libertades de expresión e información, por un lado, y el derecho a la intimidad, por otro, en la jurisprudencia estadounidense son interesantes las obras: Scott Skinner-Thompson, Privacy at the Margins, Cambridge University Press, Cambridge, 2021 y Clay Calvert, Voyeur Nation. Media, Privacy, and Peering in Modern Culture, Westview Press, Boulder, 2004.


Curiosamente, el caso Lee/Anderon vs. Penthouse no ha sido tratado en profundidad por la doctrina estadounidense, y de hecho los dos libros sólo contienen una brevísima referencia al caso.



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