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"Una de vaqueros". La crítica en Italia al efecto nocivo de los "western" en niños

Ya tuve ocasión de mencionar en una entrada previa las críticas que sufrieron los cómics italianos románticos por el efecto que, según se decía, causaban en ingenuas muchachas procedentes del mundo rural, que emigraban a la ciudad esperando vivir una aventura sentimental a la altura de aquellas que con tanta pasión leían. Esta fue una de las razones que acabó por desencadenar en Italia una intensa campaña anticómic a la que, como también relaté anteriormente, no fueron ajenos intelectuales y escritores como Giovanni Guareschi.

Los cómics románticos no fueron los únicos que estuvieron en el punto de mira de esa cruzada. Alcanzó también a otros géneros, como el western. Su popularidad en Italia fue extraordinaria, aunque por otra parte ¿qué país occidental fue indiferente al western? Ese Oeste idealizado, de hombres embrutecidos pero valientes, heroicos en la lucha a la par que corteses con las damas; esas eternas batallas con los indios a los que los guionistas se empecinaban en envilecer; o, en fin, esos parajes que se convirtieron en epítome del género: el saloon, la granja familiar, la penitenciaria a cargo del sheriff y su ebrio ayudante, la larga calle entre el hotel, el bar y la funeraria donde inevitablemente se batiría en duelo el protagonista con el pistolero a sueldo, o en fin, los desiertos con su polvo, sus cáctus y sus rastrojos rodando por la tierra movidos por el viento... ¿Acaso es posible resistirse al encanto de toda esta parafernalia?


Tras la Segunda Guerra Mundial, los personajes del cómic estadounidense irrumpieron en Italia de forma arrolladora, recuperando el terreno que habían perdido durante la dictadura de Mussolini. Nuevas cabeceras como L’Avventura (Società Editirce Periodici Illustrati, 1944) y Robinson (Editrice Settimanali Illustrati, 1945) incluyeron en sus páginas personajes que ya habían sido populares antes de las prohibiciones del Duce al material foráneo, como The Phantom o Mandrake, a los que se añadieron otros desconocidos hasta ese momento por los niños italianos, como Rip Kirby, Dick Tracy o Li’l Abner. Pero quizás niguna publicación mostraba mejor esa americanización que L’Italo-Americano Illustrato (Nerbini, 1946), una semanal bilingüe en inglés e italiano.


Estados Unidos se convirtió entonces en el modelo que debía imitar la cultura popular. Personajes que durante el régimen de Mussolini habían estado disimulados para ocultar su origen extranjero, como The Phantom, pasaron en la postguerra a dar nombre a nuevas revistas (Il Giornale dell’Uomo Mascherato, Nerbini, 1948), y dieron lugar a imitaciones latinas, como “L’Asso di Picche” (L’Asso di Picche, Uragano Comics Inc., 1945), tebeo en el que dibujaría un joven Hugo Pratt influido por Milton Caniff; o "Amok" (Società Editrice Cremona Nuova, 1946), que encontraría difusión en España, Argentina, Turquía y Francia. La americanización también posibilitó cómics de géneros poco transitados hasta entonces en Italia, como el mencionado western, que alcanzó enorme popularidad merced a personajes como Tex, Il Piccolo Sceriffo o Pecos Bill. Personajes, por cierto, dibujados por Antonio Canale, quien luego llegaría a ilustrar crime comics en la editorial estadounidense St. John.


Las hiperbólicas aventuras que relataban esos cómics empezaron a preocupar a la sociedad y autoridades italianas, al considerar que ejercían una influencia perniciosa en los fácilmente maleables menores de edad. Algunos autores, como Aristide Velasco, llegaron a afirmar en revistas pedagógicas que los "fumetti", como se llamaban en Italia las historietas, representaban “el mayor narcótico intelectual que existe en el mercado”, causante de una “lenta pero letal intoxicación” de la inteligencia (Educazione, núm. 8, 1948). Esta identificación de los cómics con estupefacientes no era por otra parte inusual: se reprodujo en todos los países occidentales, empezando por los propios Estados Unidos, lugar de procedencia de buena parte de esos tebeos, y donde John Mason Brown y Marya Mannes ya los había asimilado a narcóticos.


La prensa representó un papel crucial en la campaña anticómic que se vivió en Italia, incluyendo columnas críticas, informando de conferencias que divulgaban cuán perniciosos eran los "fumetti"y, sobre todo, publicando noticias de incidentes protagonizados por menores de edad que, de forma capciosa, los rotativos ligaban a la lectura de cómics.


Si en el caso de las muchachas estas noticias solían referirse a los ya mencionados abandonos del hogar, otro tanto sucedía con los niños, aunque por motivos distintos. Las chicas, decían los diarios, buscaban el romance, en tanto que los niños se escapaban en busca de aventuras. Periódicos como Corriere della Sera, La Stampa y L'Unità reprodujeron hasta la saciedad este tipo de noticias. Así, por ejemplo, se citó el caso de un niño que, alucinado por los cómics, se había escapado de casa en diez ocasiones (L'Unità, 2-VIII-1950), otro que había vagado por la ciudad hasta ser acogido por un indigente (Corriere della Sera, 21-VIII-1951), un tercero retenido"in extremis" por la policía cuando se apresaba a cruzar la frontera (Corriere della Sera, 25-V-1950) o, en fin, seis niños que habían intentado nada menos que alistarse en la legión extranjera (La Stampa, 31-VIII-1954).


La Stampa (2 de junio de 1950)

Los críticos de los "fumetti" culparon de este tipo de conductas principalmente a los cómics del Oeste, poniendo su punto de mira en personajes como Pecos Bill, sobre todo a raíz de la noticia de un niño, Vincenzo Barbarito, que confesó haberse escapado para ir en busca de aventuras como el célebre pistolero (L'Unità, 4-X-1951).


L'Unità (4 de octubre de 1951)

Semejantes conductas no dejaban de ser travesuras que, por fortuna, acababan siempre sin más contratiempos que la lógica preocupación de los progenitores. Pero, como también sucedió en otras latitudes, una vez encedida la mecha de la campaña anticómic la pólvora no tardó en estallar. Las noticias sobre las escapadas empezaron a ser sustituidas por otras más preocupantes aún que vinculaban los cómics con conductas criminales perpetradas por menores de edad.


De imitar al pistolero bueno de los westerns, parecía que muchos niños de repente habían decidido seguir el modelo del bandido que atracaba trenes y bancos. Como si Buffalo Bill hubiera sido de pronto reemplazado en el gusto de los niños por Jessie James. Entre las numerosas noticias que parecían corroborarlo se puede citar, por ejemplo, el caso de un grupo de niños que había perpetrado más de cuarenta hurtos en piscinas públicas (La Stampa, 27-XI-1949), o el de un muchacho de diecisiete años apasionado por los cómics del Oeste que, para pasar el rato, se dedicaba a atracar sucursales bancarias (La Stampa, 14-VII-1954). En otras ocasiones, lo que decía imitarse era a los "indios salvajes", como en el delito perpetrado por unos chicos que habían quemado una caravana de nómadas zíngaros y que, una vez detenidos, habían confesado haberlo hecho siguiendo "la técnica Sioux" (La Stampa, 2-X-1954) que, según decían, consistía en quemar un montón de paja junto al remolque... Un grupo de escolares, por su parte, había agredido a su profesora para después salir atropelladamente del colegio y en su frenesí intentar detener un tren en marcha (L'Unità, 11-V-1950; Corriere della Sera, 11-V-1950). En ocasiones no se trataba tanto de delitos como de desafortunados accidentes desencadenados precisamente por imitar escenas de western, como el caso de un niño fallecido al resultar atravesado por una flecha lanzada por un amigo cuando jugaban a indios y vaqueros (La Stampa, 30-VII-1954), o las lesiones que sufrió un muchacho cuando fue atado por sus amigos a un poste al que habían prendido fuego, supuestamente practicando ese mismo juego (L'Unità, 6-IX-1951).


En parte, el vínculo entre cómics y delincuencia estuvo fomentado por la izquierda italiana, hostil contra cualquier producto cultural procedente de Estados Unidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, el país transalpino, y sobre todo el Partido Comunista, confiaba en la juventud para alcanzar un mejor futuro que superase el trauma bélico y evitase que las futuras generacioens cayeran de nuevo en manos del fascismo. Y en este contexto, parecía urgente alejar a los niños de influencias consideradas nocivas, entre las que se encontraban los productos norteamericanos que entraban libremente en el país como consecuencia colateral del Plan Marshall.


El rechazo del comunismo italiano hacia los western también presentaba una dimensión racial. En aquellos cómics, decían, se mostraba a los indios como una raza perversa, en tanto se retrataba como héroes a los violentos cowboys, a pesar de que estos últimos no eran más que meros matones que exterminaban aborígenes americanos. De ahí que los fumetti italianos editados por el comunismo, como Pioniere, invirtiesen los términos, conviritendo a los indios en sus protagonistas y relegando a los vaqueros al papel de villanos.

Los cómics comunistas ofrecían una imagen positiva de los indios americanos, rechazando la visión peyorativa que de ellos ofrecía a menudo el "western" estadounidense. Pioniere #1 (septiembre de 1950); Pioniere #11 (noviembre 1950)

Resulta evidente que a medida que la campaña anticómic italiana fue creciendo en intensidad, también lo hicieron las acusaciones que se vertían sobre los "fumetti", imputándoles influir en conductas cada vez más escabrosas. Y el comienzo de todo estuvo en cómics de géneros como el western, que se convirtieron en chivos expiatorios del recelo hacia la cultura estadounidense; un recelo liderado sobre todo por el Partido Comunista, como también sucedió en Francia e Inglaterra.


En otra ocasión relataré con detalle esa radicalización de la campaña anticómic italiana, porque representa una lección muy útil comprobar cómo el desmesurado proteccionismo de un grupo social necesitado de tutela puede abocar a medidas exageradas, conexiones irracionales y afirmaciones absurdas que a la postre conducen a un mismo resultado: recortes en la libertad de expresión.

 

Para saber más:


Sobre el antiamericanismo como motor de la campaña anticómic italiana la monografía más relevante sin duda es la de Juri Meda, Stelle e strips. La stampa a fumetti italiana tra americanismo e antiamericanismo (1935-1955), Edizioni Università di Macerata, Macerata, 2007.


Los casos referidos en la prensa que aquí recojo, y otros muchos, los relato en mi libro El pueblo contra los cómics. Historia de las campañas anticómic (de Norteamérica a Europa), Tebeosfera, Sevilla, 2019.






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