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Fredric Wertham, el azote de los cómics (II): los orígenes de su obsesión por las historietas

Como ya se ha visto en una entrada previa de este blog, Wertham no era un conservador, como a veces suele catalogarse, sino todo lo contrario: un progresista que puso sus conocimientos de psiquiatría al servicio de grupos marginales. Con estos mimbres, quizás pocos podrían aventurar que se convertiría en el paladín de la campaña anticómic, y que acabaría siendo tachado de radical intransigente e incluso retratado como una suerte de Torquemada de las historietas. ¿Qué le llevó a esa hostilidad hacia aquel medio de entretenimiento?


Fue en la clínica Lafarge, sita en Harlem, donde Wertham abrió por vez primera las páginas de un cómic. Su conocimiento del medio le llegó en el curso de sus servicios asistenciales a niños problemáticos del citado barrio, al percatarse que muchos mencionaban la lectura de comic books como su pasatiempo preferido. Intrigado, Wertham se hizo con unos ejemplares y quedó horrorizado cuando sus ojos recorrieron aquellas viñetas. Se acababa de abrir la Caja de Pandora.

Toda vez que Wertham consideraba que el contexto era el que determinaba las conductas antisociales de los menores tachados de conflictivos, no tardó en hacerse una composición de lugar: la lectura de cómics debía de formar parte de ese contexto, y las imágenes que contenían aquellas historietas, plagadas de violencia, sexo, crimen y torturas, sin duda tenían buena parte de responsabilidad en la actividad incívica de los muchachos que psicoanalizaba en su clínica.


Desde que atendiera el caso Albert Fish, Wertham tenía especial interés en buscar las fuerzas motrices que impulsaban a los delincuentes, asunto al que había dedicado en 1937 un artículo ("The Catathymic Crisis: A Clinical Entity") en el que empleaba el concepto de "crisis catatímicas" tomado de Hans Wolfgang Maier y que se refería a reacciones impulsivas derivadas de la presencia de elementos subconscientes. Y Wertham empezó a creer que los cómics tenían la potencialidad de imprimir en la mente de los menores esos mensajes subliminales capaces de provocar una conducta antisocial.

Wertham en una de sus sesiones clínicas.

La primera ocasión en la que Wertham reflejó públicamente su intuición de que los cómics guardaban relación con las conductas antisociales de los jóvenes fue en 1948, a través de un simposio organizado por la Association for the Advancement of Psychotherapy (19 de marzo de 1948). En él participaron también, entre otros, su colega de la clínica Lafargue, Hilde L. Mosse, el crítico cultural y folklorista Gershon Legman y algunos destacados representantes de la industria del cómic, como Charles Biro y Harvey Kurtzman. El primero de ellos dibujaba una las de las historietas que más repudiaría Wertham, Crime Does Not Pay, nombre con el que acabarían identificándose todas las narraciones que en teoría mostraban al lector que delinquir siempre acarreaba malas consecuencias. Aunque los detractores de estas publicaciones consideraban que a esa moraleja sólo llegaban tras mostrar cuán glamorosa y excitante era la vida de los gánsteres. Kurtzman, por su parte, llegaría a convertirse en uno de los artistas más icónicos de la compañía de cómics EC, precisamente una de las más vilipendidas por la campaña anticómic. De hecho, como veremos en otra entrada, muchas de las futuras referencias negativas de Wertham a los cómics se hallaban precisamente extraídas de cómics publicados por EC.


Las posturas de cada uno de los intervinientes no depararon sorpresas. Obviamente Biro y Kurtzman rompieron una lanza a favor de los cómics, describiéndolos como productos de puro entretenimiento incapaces de causar mal alguno. Todo lo contrario: se trataba de obras aleccionadoras, en las que el criminal acababa pagando por sus actos y el bien siempre triunfaba. En el extremo opuesto, Legman advirtió sobre la extrema violencia que mostraban los cómics, un argumento en el que insistiría en su emblemática obra Love and Death. A Study in Censorship (1949). Aun cuando Legman acabó siendo uno de los actores más representativos de la campaña anticómic, desde su punto de vista sólo la violencia que contenían resultaba realmente preocupante; otros aspectos que estuvieron en el punto de mira, en concreto el erotismo, a él no le alarmaban. Algo que por el contrario sí inquietaba a Hilde L. Mosse. Aparte de coincidir con Legman en que la violencia mostrada en las viñetas podía insensibilizar a los niños y los inclinaba a conductas antisciales, para Mosse también la representaciones sexuales incidían negativamente en la psique de los menores: "Los dibujos de los cómics, con su repetición de escenas sadomasoquistas (...) actúan contra el desarrollo sano de la persona". Utilizando las teorías freudianias, Mosse llegó a considerar que la representación de la mujer en las historietas remitía a símbolos fálicos y evocaba para los niños el temor a la castración.



Gershon Legman
Arriba: Hilde L. Mosse. Abajo: Mosse durante una sesión en la Clínica Lafarge

El mencionado simposio supuso por tanto la irrupción de Wertham en la campaña anticómic, pero merece la pena señalar algunos datos relevantes para contextualizarlo. En primer lugar, ese simposio se celebró en 1948. Así pues, Wertham "ingresó" tardíamente en la campaña anticómic, cuyos orígenes más inmediatos se remontaban a un artículo publicado por el escritor Sterling North para el Chicago Daily News en 1941. Dicho de otro modo, aquellos que convierten a Wertham en el origen de la campaña anticómic yerran, puesto que el conocido psiquiatra se sumó a una cruzada que llevaba en marcha más de un lustro. Cuando él llegó, la prensa había ventilado la crítica a los cómics en centenares de noticias, acusando al medio de inducir conductas criminales; la radio, por su parte, había celebrado numerosos debates sobre el tema, y en las ciudades se habían sucedido conferencias e iniciativas destinadas a que los comerciantes no vendieran cómics a los niños y a que los padres estuvieran al tanto de su contenido. Eso no quiere decir, por supuesto, que la incorporación de Wertham a la campaña no tuviera su importancia (veremos en una entrada posterior sus efectos), pero personificar la campaña anticómic en Wertham, o considerar que fue su impulsor, se antoja totalmente incorrecto.


Una segunda cuestión es que la postura de Wertham en ese simposio resulta opaca. En la publicación a la que dio lugar, el psiquiatra germanoestadounidense tan solo hace una breve introducción al evento, sin que sus ideas sobre el tema resulten desarrolladas en él.


La última cuestión de relevancia es que el simposio tuvo una repercusión mediática muy escasa. Existe una referencia a su celebración en Time Magazine (29 de marzo de 1948), pero casi no tuvo eco en la prensa. Aun así, que ocupara un pequeño espacio en una revista tan conocida como Time Magazine pone de manifiesto que existía un interés en la campaña anticómic antes de que Wertham se sumase a ella. De hecho, es notable cómo en la mencionada publicación se resumían exclusivamente las posturas que habían sostenido los detractores de las historietas, y no así las de sus partidarios.


A las dos últimas de estas cuestiones Wertham no tardaría en reaccionar: quiso dejar clara su postura particular sobre los cómics, y hacerlo a través de medios que le dieran una mayor notoriedad. En una entrada posterior del blog lo mostraré.

 

Para saber más:

Las intervenciones del simposio organizado en 1948 se hallan íntegramente recogidas en Emil A. Gutheil (edit.), "Proceedings of the Association for the Advancement of Psychotherapy", American Journal of Psychotherapy, vol. II, núm. 3, July 1948, pp. 472-490.


Sobre Hilde L. Mosse, uno de los principales apoyos de Wertham en sus posturas, véase el interesante análisis que hace Leonard Rifas, "«Especially Dr. Hilde L. Mosse»: Wertham’s research collaborator", International Journal of Comic Art, vol. 8, núm. 1, 2006, pp. 17-44.




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